De madres, Shakira y Nutella


Hoy, primer domingo de mayo…


Mis criaturas me han despertado escurriéndose bajo mis sábanas y llenándome de besos. Yo estaba dormida, soñando cualquier cosa que ya no recuerdo. Los he apretujado fuerte, aunque ya casi no me bastan solo los dos brazos que tengo.
Mi madre ha descolgado el teléfono y hemos hablado de la lluvia.
A. me ha regalado un libro cuyo título creía que había olvidado porque se lo dije un día mientras él conducía y pensé que no me estaba escuchando.
He preparado crepes y me he dibujado un bigote con Nutella. Nos hemos reído. El humor nos salvará de lo que sea que tengamos que salvarnos.
Junto a mi hermana, he gritado ‘sorpresaaa’ con el corazón latiendome en la garganta cuando mi madre ha entrado por la puerta al salón que ella creía vacío, estaba agarrada al brazo de mi padre. Los tres perros también han ladrado de felicidad.
A mi madre le ha gustado el regalo, un rosal que plantará en su jardín y que mi hermana y yo tardamos más de media hora en escoger y del que olvidamos preguntar el nombre a la mujer que nos lo vendió.
A mí me ha gustado la obra de teatro que mis criaturas han escrito e interpretado para mí. Al final de la interpretación, me han caído una docena de ‘lágrimas contentas’ (como dicen mis criaturas, que nada tienen que ver con las ‘lágrimas tristes’).
También me ha gustado la camiseta con una foto de Shakira que me han regalado, porque sí, soy muy de Shak, igual que lo era cuando tenía dieciocho y porque ‘whenever wherever’.
He pensado que, junto con ‘chincheta’, ‘mama’ es mi palabra preferida (así, sin acento). Me hace cosquillas cuando la escucho en boca de mis criaturas y cuando la pronuncio para mi madre.
No sabía con qué foto acompañar esto que hoy escribo, así que me busqué en el reflejo de esta ventana y pensé que, tal vez, sería suficiente.

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