
La máquina del tiempo existe, son los libros, dice Irene Vallejo en «Manifiesto por la lectura» (Siruela 2020).
En febrero de 2020 la Federación de Gremios de Editores de España encargó a Irene Vallejo un manifiesto por la lectura, y ella se puso manos a la obra. El resultado: una maravillosa carta de amor a la literatura.
Las apenas sesenta páginas de este librito nos enternecen a cada frase y los que, como la autora, sentimos un profundo amor y respeto hacia los libros, acogemos esta obra como una suerte biblia iluminadora.
Dice Vallejo que «De alguna forma misteriosa y espontánea, la necesidad de leer ha forjado una sigilosa lealtad entre gente que, sin conocerse, ha empeñado sus esfuerzos en preservar el caudal de nuestros mejores relatos, sueños y pensamientos, personas unidas por el deseo de proteger los libros. Y, frente a los profetas de la extinción, nosotros sabemos que este antiguo amor anónimo los seguirá salvando.»
Y creo que la autora está en lo cierto: hay ciertos lectores (los que leemos a oscuras, los que leemos cuando estamos cansados, cuando no tenemos tiempo, cuando enfermamos y cuando estamos de vacaciones también, los que leemos en la cola del supermercado, en las salas de espera o camino a cualquier lugar, los que compramos libros sabiendo que son tan necesarios como el pan y los que pensamos que no hay nada mejor que regalar un libro, porque no solo regalas historias, regalas tiempo con uno mismo, regalas palabras nuevas, regalas lugares, silencios y emociones, regalas cambios de opinión y, a veces, incluso, regalas amor), ese tipo de lectores de los que habla Vallejo, que sentimos un fraternal afecto hacia nuestros semejantes. Y este libro es una guía que aúna nuestro enamoramiento literario y que, de algún modo, nos hermana.
En este manifiesto encontraremos la voz de Irene Vallejo pero también la de Yourcenar, la de Machado, la de Chéjov y Duras y Lorca, pero sobre todo, encontraremos la voz propia de aquellos que se rinden a la literatura como uno se rinde al primer amor, ciego de esperanza y sin contemplaciones.