
Creemos que medimos la vida en segundos, días o años, pero en realidad medimos el paso del tiempo en películas, canciones, cervezas o amores.
Yo pasé un verano midiendo la vida en puertas. Viví unos meses en Irlanda y me fotografié junto a varias decenas de puertas.
Acabábamos de salir del cine, habíamos visto Piratas del Caribe II y, para poder olvidar, todos nosotros nos encaminamos dirección al Temple Bar (para los que no conozcan Dublín, se trata de un barrio céntrico en cuyos bajos hay decenas de pubs en los que suele haber música en directo), por el camino me fotografié junto a la puerta azul de la imagen. Varias Guinness después, una patrulla de policía local se detuvo para aplaudir la vejatoria versión de Molly Malone (la canción dublinesa por excelencia) que nosotros interpretábamos. Después del aplauso, conseguimos llegar a la casa en la que nos alojábamos.
Lo dicho, la vida se mide en películas (buenas o malas) en canciones, cervezas y amores.
P.D: Con “nosotros” me refiero a dos italianas, un gallego, una brasileña, un mexicano, una coreana y un amor, claro, que es en realidad en lo único que merece la pena medir el tiempo.