BE READER, MY FRIEND

1.Al parecer, ayer, la pobre Barceloneta tuvo que acoger a seres humanos ávidos por ejercitar sus esculturales cuerpos. La imagen ha corrido como la pólvora y hasta yo (que no tengo redes sociales) he visto el vídeo.

 

Y yo, ingenua e ilusa de mí, me permití fantasear durante unos instantes. Imaginé a toda aquella gente en el lugar exacto en el que se encontraban, con el mismo ímpetu y las mismas ganas, pero en lugar de con balones, pesas, cuerdas  y demás cachivaches, con un libro en la mano.

 

Imaginé a toda esa gente, concentrada en sus respectivas páginas. Gente que había madrugado para aprovechar la franja horaria y ejercitar, frente al mar, su cerebro, su sentido, su conciencia, para ejercitar su moral (y removerla a ser posible).

 

¿Se lo puede imaginar alguien?

 

No tardó en desvanecerse mi ensoñación. Leer nos embellece, leer nos cuida y nos hace mejores, pero nos hace mejores de una forma que no se puede mostrar a simple vista, de una forma que no se ve en la ropa de baño o en los pantalones ajustados.

 

2. Ayer, balconeando un rato, vi que mi vecina estaba leyendo. Una emoción infantil cosquilleó mi estómago. Cuando levantó la vista del libro (nunca, jamás, deben interrumpir a alguien que lee) me saludó. Le espeté un emocionado: ¿Lees?

 

Le dije que conocía a la autora que tenía entre manos y que podía dejarle dos obras de ella, si quería. Mi vecina entró en su salón (también emocionada) y sacó varios libros, me mostró sus portadas y me leyó alguna sinopsis.

 

Estuvimos hablando de literatura un buen rato, un delicioso buen rato. Y sentí que aquella persona merecía la pena un poco más. Entonces, aquella mujer con la que desde hacía años me cruzaba en el ascensor me pareció más bella que nunca (a pesar de no haber pasado la mañana en la Barceloneta).

 

3. No hace mucho un familiar me dijo que se había enterado de que yo tenía un blog pero que no lo leía porque no tenía tiempo, dijo. Después trató de consolarme de algún modo y alegó que, en realidad, no leía nunca nada porque no tenía tiempo. Tras esa innecesaria disculpa (de verdad, el hecho de que yo escriba no implica que espere que todo aquel que me conoce deba leerme) comenzó a conversar con otra persona sobre una serie de Netflix:

 

—Vi media temporada de una sentada, dijo.

 

La frase cabalgó por el aire y llegó hasta mí, cual flecha impregnada de un divertido e irónico veneno.

 

P.D: No me interpreten mal, amigos, creo que hacer ejercicio es fabuloso (casi) tan fabuloso como leer.