El otro día leí un cuento que escribió Andrea Camilleri y que le había explicado un intelectual senegalés.
Decía así:
En la selva se declara un incendio enorme. Al poco tiempo, los animales se dan cuenta de que el fuego va a seguir creciendo y va a aniquilar la selva entera, y también a ellos si no huyen de inmediato. Escapan todos a la desesperada. El último en marcharse es el león, porque, al ser el rey de los animales, se siente en el deber de abandonar el último el lugar. Sin embargo, cuando está a punto de salir de ese infierno en llamas, ve a un pájaro diminuto, un colibrí, que vuela hacia la selva ardiente con una gota de agua minúscula en el pecho. Sorprendido, el león le pregunta:
‒Pero ¿por qué vas hacia el incendio?
Y el colibrí, mostrándole la gota de agua, replica:
‒Voy a cumplir con mi parte.
Pues eso, cumplamos con nuestra parte, aunque esa parte consista únicamente en una minúscula gota de agua.